Fueron testigos de como pasó el tiempo, sin pan pero con raspas. Los días eran lentos, sucios y pasaban en silencio.
Ella se acostumbró a esperar y él a besarla en sueños.
Las nubes en el horizonte no se disipaban, parecía que cada vez había más y más negras.
Los planes se amontonaban en los cajones, en los armarios y hasta en las alacenas; había tantos... que la ilusión los mecía para que se durmieran. Ya los despertaría ella en el momento oportuno...
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