miércoles, 17 de enero de 2018

mi, me, conmigo

Y se dispone a cruzar, pero las cuerdas que atan sus tobillos solo la permiten dar un paso. Por más que su cerebro corra ,ella, ella esta paralizada.
Claro que está más lejos, claro que avanza, claro que se mueve. Pero va muy despacio. La cuerda al cuello, invisible, la obliga a maquillar cada palabra para que no la descubran, para que no se descubra. Ignora esa parte que la asusta o quizá ni la encuentra porque tantas veces ha mirado para otro lado, tantas veces ha hecho lo que creía que quería que ahora no sabe.
No sabe. No sabe si lo que le gusta es agradar o es lo que se espera. No sabe.
Ella mientras tanto, intenta jugar con esos centímetros que le dejan las cuerdas, porque tiene complejo de hormiguita y un poco es más que un nada; e igual, en algún momento la cuerda se rompa y pueda salir corriendo de sí misma.